CUENTO CINEMATÓFAGO ANTES DE NAVIDAD (TETRA NAVIDEÑA)



Ayer soñé con una tipa que me llevaba a través de un pasillo enmoquetado en rojo: vestía un traje de azafata gris y su piel era muy blanca: me iba diciendo algo en plan asistente de hotel, con una amplía sonrisa que no podía competir con el blanco de su rostro. Daba igual, yo no oía nada: alguien había quitado el sonido igual que se hace con una tele: sólo la veía mover los labios: rojos, usados y gruesos como la moqueta de la que estaban forradas las paredes y el suelo por el que avanzábamos: el techo era un espejo continuo, aunque no recuerdo haber mirado la escena que se reflejaba en él: lo veía todo a través unos anteojos hechos con dos tubos que enmarcaban mi visión, haciendo de ese foco un lugar extremadamente nítido: al final del pasillo había dos puertas de madera, cerradas, blancas y lisas, con un agujero cada una donde debería estar el pomo: a cada lado se extendía otro pasillo similar al que usábamos nosotros: estuve seguro de que otros pasillos se extendían y repetían de la misma forma que lo hacía éste, aunque no lo vi: dos niños vestidos de traje azul se situaban a izquierda y derecha de esa bifurcación, al lado de las puertas: supe desde el principio que eran niños de San Ildefonso que custodiaban cada uno una puerta: cuatro pasos por delante de ellos había una pequeña mesa de cristal y sobre ella un bombo de metal dorado que tenía un tamaño extraño: parecía no superar la talla de una cabeza humana, y aún así, en él cabían holgadamente tres pomos de puerta, también dorados, con un pequeño saliente cilíndrico cada uno: ninguno tenía esa parte que se usa para meter la llave: eran los tres lisos como espejos: parecían bolas de navidad: debajo del bombo había un cestillo de mimbre, de los que se usan para poner el pan: vi cómo mi mano izquierda giraba una manivela dorada para hacer girar el bombo: paró y me aparté: uno de los pomos quedó en la boca de salida del bombo: el niño de la puerta izquierda se acercó, y tras abrir una pequeña trampilla y dejar que el pomo cayera, lo recogió: vi cómo realizaba el mismo ritual que el que se repite en un sorteo de lotería vulgar: extracción, lectura, canción y muestra al público: yo lo veía todo a través de esos dos marcos circulares negros, como si mirase a través de unos impertinentes, aunque no pude oír lo que decía: todo seguía pasando en un silencio que hacía pensar en el “mute” de un televisor: una vez terminó, el niño de San Ildefonso regresó a su sitio y se quedó parado al lado su puerta, frente a mi visión, alzando el pomo con su mano izquierda: el niño de la puerta derecha me hizo un gesto con la cabeza para que volviese a girar el bombo, cosa que mi mano izquierda volvió a hacer, accionando otra vez la manivela dorada que a su vez hizo girar el bombo: cuando paró y me aparté, el niño se acercó, y tras abrir la trampilla, recogió el pomo caído en el cestillo repitiendo la ceremonia de su gemelo, hasta quedar al lado de su correspondiente puerta, sosteniendo en su mano izquierda el pomo en alto: aunque ambos niños parecían haber leído algo en esos pomos, yo no aprecié ninguna inscripción en ellos: pude mirarlos detenidamente gracias a un zoom que me permitió ver cada pomo cayendo sobre el pequeño cesto de pan que a modo de nido le cabía debajo al bombo: estuve completamente seguro de que ese cestillo de pan era el mismo que el del cuadro de Dalí: estuve seguro de que se lo habían robado a Dalí: los dos niños de San Ildefonso se mantenían ahí parados, hieráticos, cada uno como un reflejo del otro, con un pomo dorado en la mano y detrás las dos puertas blancas en las que estuve totalmente seguro que debía encajar sólo alguno de los que había en el bombo: “alguno” y no “el que yo llevaba”: sin pensar por qué, me acerqué al niño que tenía a mi izquierda y éste me entregó el pomo que alzaba: no había nada en la expresión de su rostro ni en su manera de entregarme el pomo que le diese “intención” a sus acciones: eran movimientos huecos: no sé por qué, pero no inspeccioné el pomo para comprobar si realmente llevaba algo escrito: lo cogí y me dirigí a la puerta que custodiaba el otro niño de San Ildefonso: no tuve sensación de romper regla alguna al coger el pomo de uno y acercarme a la puerta del otro: no pasó nada en particular: el niño de la derecha siguió firme cuando me acerqué a su puerta, con la mano alzada mostrando el pomo que le correspondía: al igual que su gemelo, tenía cuerpo y rasgos pero no expresión que lo “diferenciase”: mi mano izquierda adecuó la posición del pomo al agujero de la puerta e introdujo el pequeño saliente cilíndrico que éste tenía: al encajar, mi mano sintió cómo hacía clic, cosa que confirmó mi sentido del oído: fue el único sonido en todo el sueño: clic: dejé de ver a través de esos anteojos hechos con tubos: giré hacia la derecha el pomo, que cedió con facilidad: abrí la puerta y desperté.