TODO VA A SALIR BIEN - ESTE ALEPH ES UN ASCO (2023)

Corres por un BPM que se dibuja en el agua. Vives en la arquitectura de El inmortal de Borges. Exhalas humo de cristal dentro de pirámides de metacrilato que te entraron al seso por el oído y se han entreverado con la forma que tienes de pensar a lo pulmón - corazón. Las noches llevan tiempo pasando fuera del tiempo: en su oscuridad lucen pantallas dentro de pantallas que dejas de mirar para mirar otras pantallas dentro de ot - Digresión Algoritmo: morfología y movimientos del número uno del draft con San Antonio. Animes de los noventa con selección de audio español latino. Luz de globo terráqueo con fallas producto de golpes. Alertas de estados. Banderas de conveniencia. Pulgares que activan la hidra de Facilidad: competiciones de billar en las que tienes puntería y tacto para los efectos en las mesas de Yakarta, donde se juegan cien mil monedas por partida. Notas relámpago del color que quieras para los flases HLS. Opciones Guardar y Guardar Cambios. La vida caminada con los pulgares de las manos - Intento de volver de Digresión: ella se fue tras dejarte puesto en el camino. Te lo dibujó antes de irse: el camino se ríe de tus modos de marabú mientras zanja tus argumentos para no echar a andar con un - vamos perla, que toca ir sólo al hueso. Ahora que no está, hay más espacio en la casa para reírse con su fantasma e inflar la lámpara de papel que ha de elevarse mientras se quema. Has subido a regar y contárselo a las petunias,  a las lagartijas, a los mirlos, a las chicharras. Todos cantáis a coro con voces Disney: no oscurezcas porque todo va a salir bien. 

CENICERO DE CRISTAL MACIZO - ESTE ALEPH ES UN ASCO (2013 -2023)


Mirarse en el espejo en negativo del aguachirri del cenicero de cristal macizo de una mesa de balcón tras la penúltima con que has saludado la mañana del segundo día de un pozo en que estás con un traje de luces esperando a gayola al morlaco. Nudos de cuerpos en el sueño o en la matraca. Trajes nerviosos que aparecen y desaparecen por un pasillo negociando con un smartphone y dentro del que va la misma persona cada vez. Camisetas en serie en cualquier tipo de abrazo. Cerdos evaluando el sabor de las amapolas. Cuando dices ser camaleón no es por la piel: es por los ojos - no puedes pararlos siquiera en el negro del fondo del cenicero de cristal macizo aunque parte de él esté hecho de dos lagrimones que hubiesen servido para balancear a tu favor el asunto con Cabezaperro y Ma'at ante el Juez y el Notario - conocido en su pueblo como el Tolosabe porque. Pozo de la digresión - Rosal de Dimes: veneno y alimento para seguir los ritmos de cada baile dentro de un final de espejos a lo Dama de Shanghái que cortan con lo de este aleph es un asco y tú eres etcétera.

LOS BLUSES BRODERS - APERTURA DE INTERROGANTE (JUNIO 2023)

¿El roncanrol no es ningún funeral? ¿La polilla vive los años del caniche? Estás tratando con los Bluses broders: siameses por trozos fantasma que nos hacen siempre ser nos delante de vos - otros. Ahora mismo juegas con las bolsas azules de basura de lágrimas que nadie sabe en qué contenedor echar ¿O dónde crees que hemos estado desde que empezaste con eso? Pues en el rocanrol - que es el camino de la polilla a la luz. En nuestro caso - de los moscos a las resistencias de las trampas. De nuestra muerte en luz azul venimos - como todos los dioses - por Público. O eres dios o no: eso lo sabe todo Cristo. O el que nos inventa en las teclas sin mirar la pantalla porque el acto físico de teclear es su forma de cantar: no hay métrica sino sonar de teclas para cantar al que haya llegado hasta aquí en este texto: lo merece. De todas las formas y veces que lo haga cada vez. Repitamos: el rocanrol es una polilla hacia la luz. Si hay cordero hay sacrificio: la polilla ¿Todavía no - aunque ya estés muerto en el roncanrol aquí atascado con los Bluses de Mentis? Mira: llevamos las mismas sunglases que la muerte que vive en / del  rocanrol - depende de cómo preguntes o pongas el espejo. Sigamos

CHAROL - ESTE ALEPH ES UN ASCO (2013 - 2023)

Reflejas en unos zapatos que no llevan tus pies pero sí tus pasos, su cómo, su entonces, su porqué. Pides explicaciones al Colmo, que te remite a lo que ponga en Quicio. Preguntas la hora a la forma de Muerte que hay en la llave con que abres la puerta que da al río de seres y sucesos de ese mundo que niegas (haces que nieguen) saber que todo es inventado por algo desde charol negro. Y que no hay otra explicación que amor a la herida.

¿TE HAS PERDIDO? - ESTE ALEPH ES UN ASCO (2013 -2023)

Sólo te interesan los Conocedores como aquella pistola de vaquero que corriste por el barrio de la Cooperativa y acabaste amartillando en la sien derecha de espejos de baños - sobre todo, si pasas más de una semana llegando a parar frente a ellos ¿Te has perdido? Sólo escribo para avisados y contadores de cartas.

NO HAY PREGUNTAS - ESTE ALEPH ES UN ASCO (2013 - 2023)

¿Discurres con el corazón o sientes con el cerebro? ¿Cuántas veces te ha salido esa pregunta a chorro, sabiendo que es una completa gilipollez que no te dejará ser ni estar en paz nunca? ¿Hasta dónde puedes estirar el chicle entre signos de interrogación sabiendo lo que sabes y cómo?

LOS CRISTALES - NI UNA PALABRA MÁS (2021 - 2023)

    Los cristales bajo el peso de las plantas te devuelven al salón y te sacan de la estrella en que andabas acabándote. Nadie y nada más que lo tuyo en la casa. El mundo donde la mujer y el gato hace tiempo (cuánto) no están es un salón de veintisiete metros cuadrados en que dejas caer - sobre la falsa madera de la tarima - lágrimas para que florezca el manzano de las dos mentiras usando tu rostro de abono. Has hecho de tu vida un veneno que inyectas - sin entusiasmo - en todo lo que haces cuando dices y en todo lo que dices cuando haces. Nada digas. No hagas ruido. Recoge. No son horas de hacerse un Eurípides. Evita al público. Escapa del dios en que te has metido. Vuelve a Liliput.

¿RECUERDAS? - ESTE ALEPH ES UN ASCO (2013 - 2023)

¿Recuerdas el color de los coches las gafas las botas las camisas las chaquetas o los trajes? ¿El cante de cisne que dábamos cuando se apretaba el círculo de hienas en torno a la obra? Sonábamos de marqués hasta que empezaban las palmas. La reacción al aplauso puso (pone) cada radiografía en su sitio. Saco el cazo con el caldo de fantasmas que a Nemo y Neme les cabe en el utensilio. En la cuchara se distinguen los que tienen tacto de anguila - de pez que se escurre al ir a desengancharlo del anzuelo ¡El anzuelo! Encuentro y digresión: afinar el bruto de Panteón y sacrificarlo a Utilidad. La única forma de terminar con los dioses es acabar con el futuro de todo lo que pueda traerlos o al que llegue a este texto y lea quemar polaroids del mar frente al mar es una forma de vida que ya sólo puedes inventar ¿Recuerdas?

FRÍO PARA CANARIO - ESTE ALEPH ES UN ASCO (2013 - 2023)

Hablas con un canario sobre la posibilidad de que te larguen de la fábrica de música porque no mejoras tu productividad. El canario dice que en esto otro eres muy productivo. Le cantas que eso es porque aquí mandas tú. Vuela mientras terminas de decir que eres Legión.

AGUJA Y PAVANA - ESTE ALEPH ES UN ASCO (2013 - 2023)

Una aguja de luz - luego volver por algún algo al curso pardo. Anotarlo aquí y así por estirar el chiste. Repetir el envenenamiento de esperanza que supone darle a Guardar. Rematar la pavana al darle a Publicar. No se debería poder salir si hay que volver al río.

TURNOS - NI UNA PALABRA MÁS (FEBRERO 2023)

    Avispas hacen turnos para salir de mí y volar transformadas en polillas hacia la muerte tras la luz de la resistencia de la trampa que he encendido porque las que ya hay en el cuarto me molestan mientras tecleo que no tengo párpados y que hace frío y que no dejo de ver / contar galgos que cuelgan de las vigas de madera del techo a dos aguas de un sobrao. Y que no escribo si están muertos o cómo. Ni cuántos somos. Todas las cosas de este texto necesitan y morirán por algún tipo de trampa lumínica. Pero en el texto la muerte son dos palabras. Siete letras. Hay experiencia. No hay caso.

EXPERIENCIAS DE MIEDOS - ESTE ALEPH ES UN ASCO (2013 - 2023)

Miras en pantallas circuitos de sangre, electricidad y savia. Experimentas, a la vez que piensas, ese miedo de estar en las tres personas del verbo, sin poder alterar nada ni hacer otra cosa que ver y mascar desde una cuarta persona que no hay en la Gramática con que tu cerebro te hace comprender este mundo - cháchara que dices que hay. La cuarta, la que las Otras Tres te dicen que formula el milagro administrativo de panes y veces en que te has especializado (crees) para sacar briznas de objetivo a base de tratar y dar saliva en datos a los seres mientras esperas el Deus ex machina que te hará salir de todo esto. También está el asunto de las hermanas Curiosidad y Castigo, que pueden aparecer en cualquier momento del negociado: por ejemplo, mientras te cortas las uñas del pie izquierdo al borde de la mesa frente al negro de la tele apagada y empiezas a mirar el cortaúñas en el reflejo y a pensar en sacarle provecho de una vez a la hojita con forma de navaja que lleva y que afilaste (no recuerdas cuándo) y guardaste en el bolsillo interior con cremallera del neceser que hay dentro de la bolsa que usas para enseñar al mundo - cháchara que vas al gimnasio. No lo habías vuelto a sacar desde entonces. Que sepas.

EXPERIENCIAS DE MIEDOS - ESTE ALEPH ES UN ASCO (2013 - 2023)

Lo peor de ese miedo que se vive como cuerpo bajo la piel de otro, es que, como en un Sáhara Perfecto, no hay nada tras superficie: miedo bajo miedo bajo, etcétera. Un todo de fina arena resultante del paso de algos por la muela de un tiempo que no existiría de no estar uno, de alguna manera, allí.

CABEZAS 189 - BLUES DE MENTIS (ESTE ALEPH ES UN ASCO - 2013 - 2023)

Mona intentó mantenerme lejos de los ferroviarios. Por lo que veo, no salió demasiado bien. Sí salió bien: lo intentó ¿Y? Lo intenta. Ya veo. Me tiene muy preocupado ¿Por? Porque no deja de intentarlo. Ya veo. Acelera que sale. Ya. No le digas nada de esto a. Sal.

LAVONE - NI UNA PALABRA MÁS (2023)

    Es mala hora para estar en esa dársena de Atocha. Camina y mezcla: escucha Pedro Navaja pensando en Héctor Lavone y en una luciérnaga que s ¡MIS MUERTOS, LAVOE: HÉCTOR L - A - V - O - E! Coño, siempre igual: te echabas de comer al lobo Fernis. En mitad del asunto por el que había llegado a este texto, tiene (no es la primera vez) el flash de que su vida podría contenerse en: los errores con que aprendí lo que se me quedó y con los que hice fondo y forma. En todo caso, era tarde (no había gana) para derrumbar un panteón como el que, desde ese error, se había montado hacía años, y por el que pisaba el escalón que siempre quiso en esa pirámide, en esa dirección, a esa altura. La cursiva se endereza cuando siente (vuelve a sentir) que vive en la piel del personaje de Orson Welles en El Extraño. Sigue, bordeando por dentro el amarillo del filo del andén de la vía 6. Es mala hora para eso. Abre cosas y usa algunas de las que hay dentro para recomponerse. No cambia de track ni apaga los AirPods. Se termina de rehacer mientras en su cabeza mezclan su voz infantil cantando: si naciste pa martillo, te van a llegar los clavos / y verás/ ay, ay, ay./ Y verás, con la voz digitalizada de la megafonía de Atocha que anuncia cambio de andén. Aprieta el paso y se aleja de este cuento porque tiene que volver, de inmediato, a casa. 

CABEZA 163: RADIO - RETRETE REDUX (NEVER ENDING BLA, 2014 -2023)

- Te lo juro por lo que más quiero...
- ¿Por ti?
- Por lo que digas, perla. Pero te repito que mi mujer siempre sabe lo que necesito.
- ¿Siempre?
- Siempre. Aunque a veces tardo un tiempo en entenderlo.
- ¿Sí?
- Sí. En ocasiones me pasa que tengo que probar varias veces hasta que lo consigo.
- ¿Qué? ¿Hacer que ella te diga qué pasa para poder entenderlo?
- Sí.
- Ya.
- Ya.
- ¿Seguimos?
- Dale.
- Está muy húmedo esto, ¿no?
- Ya, pero dale o nos van a acabar pillando, y no quiero vainas con el patrón,
- Voy.

ABRIR LA JAULA - NI UNA PALABRA MÁS (2022 - 2023)

    Lo hice. Fue como si estuviera ciego y a la vez fuera. Te lo hice. Cuando saqué el órgano de la caja, efectivamente: un molde de ceniza. No mentías. Yo ahora voy a ser una larva de fuego - no tengo gana de que venga lo que tiene que venir si nos quedamos - porque ya nos hemos y nos vamos a quedar; y aquí uno sólo puede hacerse el muerto. Al otro lado del chiste se hacen los vivos. No hay más preguntas: lo hice porque te lo hice, etcétera.

CUENTO CINEMATÓFAGO SOBRE TAMBORES DE HOJALATA - PENTA NAVIDEÑA (2014 - 2022)

    Teniendo siete años y siendo ya el encargado en clase de apuntar en la pizarra a los alumnos que no guardaban la compostura las veces que doña Eloísa tenía que ausentarse por algo que la pasaba debajo de un almendro, vi a los Reyes Magos. Y no es que me quedase esperando a que vinieran - que también, claro. Fue algo, digamos, fortuito y que, en el fondo, visto ahora, tiene cierta gracia... ¿poética? El caso es que tenía siete años y me había levantado a mear porque me había bebido la leche que dejó mi madre para los camellos. Lo había hecho yo a modo de mofa por esa farsa de los Reyes Magos, en la que nunca llegué a creer, pues siempre supe que era el esfuerzo de mis padres por ofrecerme la mejor mierda que pudieran conseguir con sus ridículos y mal pagados trabajos. El caso es que me había puesto morado y me entraron ganas de orinar a las tantas. Mientras bajaba al baño, desde la escalera, los vi. Los Reyes Magos. Los Tres Reyes Magos de Oriente. Tres fantasmas muy tristes, escuálidos, andrajosos en sus vestimentas regias, atados por los pies entre ellos a una cadena de plata, que, con triste ceremonia, dejaron sobre mis zapatillas vacías oro, incienso y mirra. Luego se fueron, se difuminaron en la oscuridad del salón, abriendo mucho las bocas y los ojos mientras desaparecían al mismo tiempo que echaban a caminar. Todo en el más absoluto silencio. Luego bajaron mis padres. Había pasado como una hora y yo ya estaba en la cama, pegando la oreja y fingiendo que dormía. Oí el ruido de bolsas, el llenarse de vasos y el crujir de papel de regalo. Cuando bajamos a la mañana siguiente, desenvolví un coche teledirigido, un Airgam Boy y un plumier.

LA PRIMERA COMIDA DEL AÑO - PENTA NAVIDEÑA (2014 - 2022)

  
    Desperté boca arriaba encima de una cama. Sin encender luz alguna, respiré profundamente y estiré mi joven y delgado cuerpo de veinteañero. Sentí el pequeño y gratificante dolor al tensar los músculos después de una borrachera como aquella. Abrí los ojos para ir acostumbrándome a esos hermosos ojos verdes de la noche. Una enorme foto de cuerpo entero en blanco y negro de Pessoa ocupaba la parte que coincidía con el largo de la cama. El blanco de la foto parecía brillar tenuemente en la oscuridad, y estaba colocada de tal forma, que mi nueva cabeza coincida exactamente con la de aquel hombre hueco de gafitas redondas. Según los ojos se me acostumbraban a la oscuridad, la imagen se hacía cada vez más nítida. Cerré los ojos. Eras un personaje. Me sonreí recordando lo que habría pasado por esa cabecita para acabar poniendo eso ahí. Tenías que serlo, porque brillabas como una señal de alerta, delicioso.

    Ruidos provenientes de la planta baja, me hablaron de la actividad que había en la casa. Una casa grande por donde correteaban al menos 10 o 12 humanos, de edades que iban del nonato al nonagenario. Metí los restos y el revoltijo de ropa en una bolsa grande de deporte que, tanteando, encontré debajo de la cama. Bajé a desayunar, o a comer, o a lo que tocase.

    Saludé y todos me dieron los buenos días. Cada uno de una manera distinta, más o menos perceptible, más o menos aparatosa. Uno de los hombres adultos, poniendo sus labios muy cerca de mi oído al abrazarme, me pidió que le contara luego, con pelos y señales, lo de la pelirroja de ayer. Yo sonreía mientras iba sintiendo una lenta oleada de calor mezclada con una agradable y pastosa sensación de hambre que se concentraba en mi boca. Un cuenco de consomé caliente y una caricia en la nuca. Un beso y enseres cruzando por encima de la mesa, de mano a mano. Una mujer muy mayor, con ojos negros y pequeños, me miraba y se sonreía, moviendo ligeramente la cabeza. Me recordaba a uno de aquellos mascarones del Coro en las Tragedias de mi querido sosia ¿o eran Comedias? Cronos es más lento, pero igual que la negra Ker: todo lo acaba borrando, aunque antes lo morfa. Mientras metía la cuchara llena de consomé en mi boca y notaba cómo el organismo recién estrenado agradecía aquel líquido espeso y caliente, tuve la certeza de que podría quedarme para siempre en ese cuerpo y no volver a conseguir otro anfitrión. Fue un hermoso pensamiento que enseguida se desintegró ante el recuerdo del plazo de tiempo del que disponía. Y de lo que debía hacer.

LAS UVAS - PENTA NAVIDEÑA (2013 -2021)

    
    Una por una, va preparando con sumo cuidado cada una de las uvas, dejándolas después organizadas en docenas, cada una dentro de un pequeño cuenco de cristal. Los mismos 16 cuencos de cristal en los que había comido las uvas cada Nochevieja desde que recordaba haberlo hecho. Aunque no siempre habían sido necesarios los 16, nunca habían hecho falta más de 16 cuencos para tomar las uvas cada año. Lo había comentado con su hermana esa misma mañana, mientras los sacaban de la caja en la que pasaban el resto del año cogiendo polvo en el armario de su piso en la ciudad. Se guardó para ella que esa caja con los cuencos de cristal era como una forma de obligarla a asistir cada año a la casa familiar y que su hermana había previsto desde el día que, en el reparto, la endilgó la caja de los cuencos, junto a las otras cosas pertenecientes a la larga lista de fantasmas de una familia enraizada en el pueblo como la suya. Y así había funcionado cada año el efecto retorno de la caja de los cuencos para las uvas de Nochevieja. Hasta este marzo, que tuvo que volverse a aquella casa del pueblo en la calle Jacintos, junto a la almazara, ya que tenía que seguir con lo del juicio y los gastos para poder cobrar lo que la debían (porque se lo debían) y por fin poder recuperar la vida de escultora postpunk que había dejado aparcada hacía 17 años por un traje de dos piezas gris marengo y un portátil.

    Su hermana, que ostentaba el cargo de Memorión familiar, había estado de acuerdo con ella en el comentario que en el párrafo anterior nuestra protagonista había hecho sobre la longevidad y el número de cuencos de cristal, y dijo: Salvo el año del disgusto del idiota de tu hermano que fuimos 8, los demás años siempre entre 14 y 16. No siempre familia-familia, pero siempre, por hache o por be, entre 14 y 16. Había sentenciado esa mañana, tiesa sobre la silla, después de haberlo pensado unos 45 segundos.

    Volviendo a la cocina, nuestra protagonista seguía de espaldas, preparando los cuencos de uvas. Preparaba y pensaba en la imagen que debía ofrecer su hermana, con el brazo escayolado y el collarín, detrás suyo, haciendo otra disertación tan exacta y enérgica como la de la mañana. Se sonrío porque le pareció de lo más ridícula. ¡Ay, la pobre, mira que haberse caído “de una silla” justo una semana antes de la gran cena de Nochevieja! ¡Justo el día de su aniversario, el 28! De una silla, la pobre, en plena noche, qué mala pata…. Y venga a intentar desde su silla organizarlo todo, estar a todo… a su Carlines y su Andresín; sobre todo – a ella. Incluso escayolada y con el collarín, la pobre. Pero no le extrañaba, ya que su hermana siempre lo organizaba todo. Sobre todo, desde que Madre empezó a perder la cabeza. Sin darse la vuelta y sin dejar de preparar las uvas, piensa en la pobre hermana ahí, como un muñeco de esos de goma que tenían alambre por dentro y se quedaban tiesos en cualquier postura, pata pa acá, brazo pa allá. Se da la vuelta y lo que ve es como un murgaño de escayola con la cabeza erguida coronada por un pelo fosco, tupido, gris y abultado, que le da el aspecto de una de esas figuras de los griegos… una de esas cariátides, o una de esas vestales, o no, ya está, ya está: ¡la Esfinge de Edipo!... Bueno, el caso es que la pobre intentaba desde la silla seguir organizando la cena, como había hecho siempre. Organizar la cena, y muchas cosas más.

    Con sumo cuidado, termina de preparar la última uva. Venga, te llevo al salón que esto ya está. No te preocupes que ya he preparado todo… Las de Carlines también, no te preocupes, que esas van peladas y sin pipa, y las de Andresín, en papel albal, como dice su religión. No me he olvidado tampoco de las de Elenita, muy maja, ¿no? Y las tuyas, bien grandes, que me han dicho que dan suerte, hermana, y este año verás que todo va a irte mucho mejor.

    ¿Mejor? ¿Mejor de qué? no me hace falta. Yo lo que quiero es salud para que mi Carlines y mi Andresín sigan tan bien como están ahora, colocados en el banco y ahorrando para cuando vengan las gangas y que no les pase como a ti, que mira ahora, viviendo en esta casa llena de humedades, teniendo que pagar todavía el crédito que te dije cien veces que mejor te lo dejaba yo y tú que no querías tenerme que deber nada y tal y pascual, y mira ahora, en esta casa tan vieja y con todas esas cosas de madre y de abuela y la dote y los vestidos de la tía Encarnación, que son de antes de la guerra y que nos los dejaron cuando se la llevaron a la clínica. ¿Te acuerdas? ¿Te acuerdas de lo que nos contaba Madre? Que la tía Encarnación salía a la calle del Barranco a pasear los domingos después de misa, engalanada con todo el copete de los viejos trajes que trajo su difunto de ultramar, con el carrito de bebés tan bonito, del siglo diecinueve por lo menos…. Ella, que todo el mundo sabía que no podía tener hijos por lo de su marido. Y en el carrito metía a los cochinos chicos, y los ponía lazos y la gente se para a mirar, acercaban el hocico y luego salían escopetados, dando un estufío…. Vamos que aquí tú no te vas a poder quedar mucho, que eres muy aprensiva y las dos sabemos qué te pasa a ti con esta casa, porque….

    Coge por las asas la silla de la hermana, que no deja de hacer apreciaciones, y la gira para ponerla en dirección al pasillo oscuro, cuya luz amarilla al final, anuncia el salón en el que están los otros 14 comensales. Mientras empuja la silla y asiente ante los comentarios de la hermana, que se van quedando como alimañas agarradas a la oscuridad del pasillo, le da una especie de sacudida cervical que le hace ponerse tiesa y apretar las quijadas hasta rechinar los dientes. Es miedo, pero a pesar del impacto, y después del pequeño trance, se recompone.

    ¿Te pasa algo, niña? porque parece que te ha picado un arraclán. ¿Te acuerdas cuando yo maté uno así de grande, negro, que se te había subido a la mano y te iba a picar? ¿Eh? Tú estabas como paralizada, si no llega a ser por mí, te mata allí mismo. Claro, que al final el que murió fue él, no te jode…

    Empuja la silla y piensa en Orfeo, un escorpión disecado dentro de un tintero que le regaló su primer novio y que la hermana machacó con una pala la misma noche de verano en que Ignacio se lo regaló.

    Por fin llegan al salón de caliente luz amarilla. Todos aplauden la llegada de la Esfinge, y el pestazo a laca, hace que algunas de las velas del centro de la mesa aviven su llama. Se enredan en la conversación con los demás. Pasa el tiempo. Se espera hasta servir el segundo plato, un guiso de pulpo, tradición familiar desde que el difunto marido de la Encarnación se vino de las Américas. Un plato celebrado con aprobación y escándalo por los comensales de más edad, achispados en su mayoría gracias al trasiego de vinos; tinto duro de la tierra, después de los rosados y blancos espumosos que habían acompañado desde el principio la cena como una hora larga antes de que ésta realmente empezara a servirse sobre los manteles en una ristra de platos. De la parte de comensales que, por su edad, no habían participado del culto a Saturno, no había problema: la nueva novia de Andresín los tenía muy entretenidos en la mesa redonda donde los había apartado para poder controlarlos mejor. La chica hacía méritos y algo en sus ojos, le había dado la sensación al verla por primera vez, la hacía perfecta para estar allí hoy.

    Volvemos a la cocina. Ahora está ella sola en esa sala grande, suya y ajena, a pesar de haber crecido en ella y llevar allí viviendo desde marzo. Ajena y desordenada, debido al trasiego de la última cena del año y su falta de maña para preparar una cena para 16, sin más ayuda que la de una Pepita Grillada, parapléjica obsesiva y con cabeza de Esfinge. Se acerca a los cuencos que tiene ordenados en la encimera y se percata que todo el mundo desde la distancia está ocupado en el salón. Con el sumo cuidado que dan unas manos expertas, va inyectando en cada uva el contenido de todos estos años, inodoro, incoloro e insípido, con el que se iba a solucionar todo, trayendo suerte y descanso para todos, que por fin podrían quedarse junto al resto de familiares en la casa, como había pedido Madre en su lecho de muerte, cosa a la que, por supuesto, su hermana se negó.

GERTRUDE - PENTA NAVIDEÑA (2020 - 2021)

 
    Uso un mechero con ínfulas de soplete para reencender una L. Es ya Navidad, aunque todavía es la noche de Nochebuena. Desde marzo, un virus ha convertido todo esto en una fiesta de fantasmas, que no son, al fin, más que opciones sobre las que opinarán los fantasmas de los que ya viene preñado este día, que es una noche que empieza y termina en dos mañanas - ¿Me sigues desde la doblez de virus - qué es un virus, etcétera?. Hayas lo que hayas hecho, continuemos. En la brecha de este tiempo - destiempo, bebo, fumo, y mientras, he engullido Tranxilium, Brintellix, tajadas de seres muertos, Mirtazapina, Zolpidem, pedazos de Nuevo Testamento, Lormetazepam, he  recordado a mis acompañantes que mi padre - cuando era carpintero y comunista - me registró y bautizó Juan. La mujer y el gato que viven (son) conmigo, se fueron a la cama por este tipo de pavanas. Este tipo de rimas. Y por el sueño. El sueño, ¿eh, Segismundo?. Bebo lo que queda del vino de la cena y me quedo mirando morir al lanzallamas del mechero con ínfulas, que sigue todavía en flama, después de dejar de pulsar el clap de encendido. En mi otra (?) vida, trabajo por, entre, con y para pantallas y hoy las he usado para llenar esta casa (nuestra) de fantasmas. Esta casa, atestada ya de sus propios fantasmas. La isla de Lampedusa y El Gatopardo a la vez en la tele. El chiste es el chiste es el chiste, querida Gertrude. No hay rosas. O son como las de las consultas de oncología. Madre a la puerta hay un niño y el pobrecito está en cueros. Madre a la puerta hay un niño y el pobrecito está cueros. El Rosal de Dimes o un Aleph revientan si uno de esos fantasmas de la pantalla te escribe exquisito tía, exquisito. Nunca sabré qué era taure taure taure porque ya no existe la persona que me lo cantaba y lo demás es Info. Eso es todo, Gertrude: fantasmas de, sobre, con, por y entre fantasmas. Info. Mañana mira dentro de tus zapatos: habrá algo que estuvo vivo y ahora arde.

CUENTO CINEMATÓFAGO ANTES DE NAVIDAD - PENTA NAVIDEÑA (2013 - 2021)

    
       Ayer soñé con una tipa que me llevaba a través de un pasillo enmoquetado en rojo: vestía un traje de azafata gris y su piel era muy blanca: me iba diciendo algo en plan asistente de hotel, con una amplía sonrisa que no podía competir con el blanco de su rostro. Daba igual, yo no oía nada: alguien había quitado el sonido igual que se hace con una tele: sólo la veía mover los labios: rojos, usados y gruesos como la moqueta de la que estaban forradas las paredes y el suelo por el que avanzábamos: el techo era un espejo continuo, aunque no recuerdo haber mirado la escena que se reflejaba en él: lo veía todo a través de unos anteojos hechos con dos tubos que enmarcaban mi visión, haciendo de ese foco un lugar extremadamente nítido: al final del pasillo había dos puertas de madera, cerradas, blancas y lisas, con un agujero cada una donde debería estar el pomo: a cada lado se extendía otro pasillo similar al que usábamos nosotros: estuve seguro de que otros pasillos se extendían y repetían de la misma forma que lo hacía éste, aunque no lo vi: dos niños vestidos de traje azul se situaban a izquierda y derecha de esa bifurcación, al lado de las puertas: supe desde el principio que eran niños de San Ildefonso que custodiaban cada uno una puerta: cuatro pasos por delante de ellos había una pequeña mesa de cristal y sobre ella un bombo de metal dorado que tenía un tamaño extraño: parecía no superar la talla de una cabeza humana, y aún así, en él cabían holgadamente tres pomos de puerta, también dorados, con un pequeño saliente cilíndrico cada uno: ninguno tenía esa parte que se usa para meter la llave: eran los tres lisos como espejos: parecían bolas de navidad: debajo del bombo había un cestillo de mimbre, de los que se usan para poner el pan: vi cómo mi mano izquierda giraba una manivela dorada para hacer girar el bombo: paró y me aparté: uno de los pomos quedó en la boca de salida del bombo: el niño de la puerta izquierda se acercó, y tras abrir una pequeña trampilla y dejar que el pomo cayera, lo recogió: vi cómo realizaba el mismo ritual que el que se repite en un sorteo de lotería vulgar: extracción, lectura, canción y muestra al público: yo lo veía todo a través de esos dos marcos circulares negros, como si mirase a través de unos impertinentes, aunque no pude oír lo que decía: todo seguía pasando en un silencio que hacía pensar en el “mute” de un televisor: una vez terminó, el niño de San Ildefonso regresó a su sitio y se quedó parado al lado su puerta, frente a mi visión, alzando el pomo con su mano izquierda: el niño de la puerta derecha me hizo un gesto con la cabeza para que volviese a girar el bombo, cosa que mi mano izquierda volvió a hacer, accionando otra vez la manivela dorada que a su vez hizo girar el bombo: cuando paró y me aparté, el niño se acercó, y tras abrir la trampilla, recogió el pomo caído en el cestillo repitiendo la ceremonia de su gemelo, hasta quedar al lado de su correspondiente puerta, sosteniendo en su mano izquierda el pomo en alto: aunque ambos niños parecían haber leído algo en esos pomos, yo no aprecié ninguna inscripción en ellos: pude mirarlos detenidamente gracias a un zoom que me permitió ver cada pomo cayendo sobre el pequeño cesto de pan que a modo de nido le cabía debajo al bombo: estuve completamente seguro de que ese cestillo de pan era el mismo que el del cuadro de Dalí: estuve seguro de que se lo habían robado a Dalí: los dos niños de San Ildefonso se mantenían ahí parados, hieráticos, cada uno como un reflejo del otro, con un pomo dorado en la mano y detrás las dos puertas blancas en las que estuve totalmente seguro que debía encajar sólo alguno de los que había en el bombo: “alguno” y no “el que yo llevaba”: sin pensar por qué, me acerqué al niño que tenía a mi izquierda y éste me entregó el pomo que alzaba: no había nada en la expresión de su rostro ni en su manera de entregarme el pomo que le diese “intención” a sus acciones: eran movimientos huecos: no sé por qué, pero no inspeccioné el pomo para comprobar si realmente llevaba algo escrito: lo cogí y me dirigí a la puerta que custodiaba el otro niño de San Ildefonso: no tuve sensación de romper regla alguna al coger el pomo de uno y acercarme a la puerta del otro: no pasó nada en particular: el niño de la derecha siguió firme cuando me acerqué a su puerta, con la mano alzada mostrando el pomo que le correspondía: al igual que su gemelo, tenía cuerpo y rasgos pero no expresión que lo “diferenciase”: mi mano izquierda adecuó la posición del pomo al agujero de la puerta e introdujo el pequeño saliente cilíndrico que éste tenía: al encajar, mi mano sintió cómo hacía clic, cosa que confirmó mi sentido del oído: fue el único sonido en todo el sueño: clic: dejé de ver a través de esos anteojos hechos con tubos: giré hacia la derecha el pomo, que cedió con facilidad: abrí la puerta y desperté.

ENTREVISTAS QUE NUNCA ME HARÁN *16 (CABEZA 193 - 2014 - 2021)

- Qué lectura puede darnos de lo que pasa en España?
- De lo que pasa en el mundo/por dios que no entiendo ná... el cardo siempre... perdón
- No se preocupe y conteste
- De la actualidad, lo que más me gusta es Cioran
- Por favor, no se cite
- Y entonces?
- Pero usted a qué ha venido aquí?
- Me han traído los nervios
- Entiendo
- Ah, sí?
- No le dé la vuelta a la tortilla
- Qué tortilla? Yo pensaba que me estaba preguntando por mi obra
- Le preguntaba qué piensa sobre la situación actual de su país
- Usted sólo puede preguntarme por mi obra
- Por qué?
- Porque todo me lo estoy inventando
- Entiendo
- Lo sé

RELATO PLACENTARIO (CUENTOS CINEMATÓFAGOS, 2016)

A las 3:47 del viernes 25 de julio de 2014, el coso entró y lo recubrió todo, haciendo de mi cuerpo un molde que apenas dejaba unos milímetros de separación entre él y yo, espacio que se llenaba por algo que no he logrado nunca entender pero que es una especie de denso y frío líquido placentario/amniótico y que me deja fuera del contacto físico con las cosas. Desde ese día estoy pero no puedo ni siento en realidad nada como antes. Sólo tengo emociones estéticas. No sé lo que quiero que entiendas con eso, pero es lo que realmente pasa. El coso, tras un par de meses de acoplamiento y lucha por dominio, se pone entonces a vivir mi vida. Y la mejora. Mejora la vida afectiva y sexual de mi mujer y la de M, a la que sigo (sigue) visitando los días en que ir al gimnasio no es ir al gimnasio. Y más: ha conseguido, no ya mejorar mi trabajo: ha conseguido que ya no me dedique a nada más que a escribir y escuchar discos de Nacho Jaula en albornoz y gafas de sol . Cómo? Ahora soy (somos, es) rentista. Tres casas y dos naves comerciales heredadas tras las muertes de mis padres y mi hermano, 8 años menor que yo. Lo de mi mujer ha sido espectacular. Gracias a las mañas del coso, ella es ahora realmente una mujer plena y feliz. Conocer a M y nuestra disciplina fue la llave. Ahora M y yo lo grabamos todo para mi mujer, y ella ahora hay días que no va la escuela oficial de idiomas para certificarse en el B2 de inglés. Al menos, no a la que dice que va.

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UN TITÁNIC (CUENTO CINEMATÓFAGO, 2016)

¡Oh capitán mi capitan! Dígame ¡Las ratas ya han abandonado el barco, capitán mi capitán! No todas - usted sigue aquí. Pero yo no soy una rata, capitán mi capitán: yo soy una zarigüeya: además, usted también sigue en este barco ¡Pero yo soy el capitán de este barco! No ¿Cómo dice usted, zarigüeya?. Digo que usted no es el capitán de este barco: sólo cree que lo es porque yo le digo todo el rato capitán mi capitán: aquí no hay nadie: sólo usted y yo, capitán mi capitán ¡Maldita sea, usted es una rata! Sí, es cierto: no soy una zarigüeya: soy una rata - usted es otra: somos las dos ratas del barco: yo estoy aquí porque usted me trata como si fuese una zarigüeya ¡Vaya, es usted una persona con objetivos! ¡Sí capitán mi capitán! ¡Eso me gusta en una zarigüeya! ¡Lo sé! ¿Escucha usted a la orquesta? ¡Por supuesto, capitán mi capitán!

CABEZAS 178 (NEVER ENDING BLA, 2016)

cabeza de narciso: un día acabaré colgado de una pregunta 
cabeza deco: ...pregunta, entonces: qué soy yo y qué hacemos aquí?
cabeza de narciso: eso son dos preguntas y sabes de sobra que un día acabaré colgado de una pregunta 
cabeza deco: ...unta, entonces: qué soy yo y qué hacemos aquí? 
cabeza de narciso: un día acabaré colgado de una pregunta 
cabeza deco: ...pregunta, entonces: qué soy yo y qué hacemos aquí? 
cabeza de narciso: eso son dos preguntas y sabes de sobra que un día acabaré colgado de una pregunta 
cabeza deco: ...unta, entonces: qué soy yo y qué hacemos aquí?


ODISESO Y LA SIRENA (TEXTOIMAGEN, 2016)

- No me digas que no me ahogue en un vaso de agua!
- Te ahogas en la idea de un vaso de agua
- No has respondido a mi respuesta!
- Sí

CHISTE KAFKIANO - UN CIRCO (NI UNA PALABRA MÁS, 2012)


Ese funambulista que en mitad del cable se da cuenta que si avanzase y llegase hasta aquel lado, no conseguiría más que una inconfesable desazón por no estar en el lado del que viene y que le provoca un malestar parecido a un agujero succionador. Aunque donde peor se encuentra es en este alambre ligeramente destensado. Claro, que con el compromiso del público ahí delante, a ver quién es el guapo que se baja y dice que él no tiene nada que ver con esto. Que de funambulista nada. Que le trajeron empujando otros dos hasta el circo y que luego todo se lió. 
 

CABEZAS 160 (NEVER ENDING BLA, 2012)


Cabeza de rapsoda: Al final, la memoria, ent'endida como una película de la la vida, es siempre una chanza negra y triste.... es más. ridícula, cruel y exagerada...

Cabeza de lira:....

Cabeza de rapsoda:.... como una mala imitación de El Año Pasado en Marienbad... donde el director (que eres tú) te obliga a ser siempre consciente de....

Cabeza de lira:. ...ridícula, cruel y exagerada...

Cabeza de rapsoda: ...que eres el personaje, el actor y el espectador....

Cabeza de lira: Como la cuenta que nos acaba de poner delante el camarero

Cabeza de rapsoda: ...lo ves? no he dicho el director, ni el productor, ni el maldito guionista

Cabeza de lira: Paga y vámonos

Cabeza de rapsoda: Eh? Sí, sí.... pero date cuenta que a la vez, eres tú el material de la película ¿ent'iendes?

Cabeza de lira: Te pones muy desagradable cuando bebes

Cabeza de rapsoda: ....

Cabeza de lira: Vámonos

Cabeza de rapsoda: Es peor cuando no bebo

Cabeza de lira: Ya, pero ahí no se entera nadie

Cabeza de rapsoda: Nadie no

Cabeza de lira: Yo no

Cabeza de rapsoda: Tú?

MISIMAS DE AMOR ENTRE RAYAS (NI UNA PALABRA MÁS, 2016)

Cuando pasan cosas buenas - que se levante viento baje la temperatura y casi llueva en esta ciudad sita en la ingle del demonio - si tú no estás y por ejemplo pasa - me quedo botella de vino vacía - quiero decir - las ruedas de los coches no dejan de pisar y todo sigue arrostrando a través de las pantallas sin saber si hay o cuándo distingos entre lo que pasa - si es que pasa - fuera o dentro de - bueno - sabes de sobra cómo se escriben estas cosas y desde dónde - bueno - cuándo vuelves y para quién - te quiero pero no termina de ponerse a llover

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S CONTRA EL IMPERIO DEL MAL (NI UNA PALABRA MÁS, 2011)

Maldito sea el infierno que ha tenido que vivir en la oficina hoy. ¿Hoy?, se pregunta S, sin despegar los labios, mientras no para de imaginar filas de panales de abejas ciegas dentro de un enorme mundo hueco y gris. Se sienta a contramano de la dirección del tren, en el único sitio libre. Asientos de plástico gris. Con las gafas de sol puestas a pesar de estar bajo tierra, da una rápida ojeada al vagón, mientras sigue haciendo lista de las infamias y agravios sufridos en la oficina. El vagón va cargado de gente que regresa a casa, si tenemos en cuenta la dirección del tren. Mierda de trabajo y mierda de gente. Desalmados. Espíritus huecos como cántaros. Esclavos.

Mira a la mujer que tiene enfrente, una asistenta que reposa, lacia y medio dormida sobre el plástico del asiento del tren. Cetrina, gorda y cansada, ni le ha mirado ni ha mostrado reacción ante su llegada, por lo que S ha tenido que hacer sus habituales malabares para meter, en el cubo de aire del asiento, su cuerpo, el quitapolvos gris y la maleta. Como siempre, y a pesar del largo invierno en que están, la operación de inserción en el asiento le cuesta un brote de sudor que S siempre relaciona con uno de esos animales anfibios que se arrastran, dejando por la superficie en que lo hacen, el frío enfermo y negro del que han salido. Un sudor que se impregna en su camisa cuando apoya la espalda en el asiento. También se arrastra por el cuello abotonado y cerrado en el nudo Windsord de una corbata gris marengo que, como siempre, cuelga fina y sintética desde que empezó la jornada.

S mira desde el negro de las gafas de sol a la mujer, sin que la expresión de su rostro, ni el cuerpo, den muestras de ello. ¿Qué diferencia habrá entre esta mujer y la de ayer? Sigue creciendo en él la imagen de una laguna de la que salen seres anfibios que se arrastran y que no tienen nada dentro de los ojos. ¿Qué diferencia entre la de ayer y la del día anterior, sentada en frente, en el viaje de vuelta? Todos esclavos. Esclavos que saben que son esclavos, aunque vete tú y pregúntales. Vete tú y arrímales el ascua a la cara. Lo negarán todo y entonces, tú qué harás… ¿y a quién?

La rabia de este último pensamiento le hace chascar la lengua, aunque sólo se da cuenta su paladar. Ni él ni la asistenta se inmutan ante el crujir del sonidito. El tren abandona las luces amarillas de la parada y avanza, aumentando la velocidad, por el túnel. Eso, tú ves, y con la linternita bien pegada a la jeta, pregúntales, anda, como haría un hombre libre. Ya sabes lo que vas a conseguir, porque llevas toda la vida rodeado de esclavos sin entraña ninguna. Esclavos que saben que son esclavos. Esclavos que saben que son esclavos y lo niegan. Esclavos de los que dependes y por los que te juzgarán en común. El pequeño cambio de velocidad agarra a S del estómago con unas manos pequeñas. Lo aprieta ligeramente y lo suelta, poco a poco. El tren se acelera a través de una negritud que está atravesada por la velocidad del pasar de las vigas que sostienen la estructura y el furioso horizontal de cables que siguen el recorrido del túnel.

Aunque el peor de todos eres tú, pequeño demonio oriental. S se centra en el pensamiento aquella carita redonda y servicial que iba a encontrar en la tienda. Mientras lo hace, las pantallas indicadoras del vagón emiten un zumbido azul. Una voz que alguna vez debió ser humana, anuncia lo que todo el mundo sabe que es la parada, pero que no pasa, en realidad, de ser un lamento mecánico e indescifrable, precedido y despedido por la ligera amplificación de la entrada del canal de audio del circuito cerrado de AV del tren. Por debajo de la maleta que tiene sobre las piernas y en la que guarda el portátil y los trastos, la mano izquierda de S busca dentro del bolsillo del pantalón del traje, hasta encontrar con los ojos del tacto lo que sabe que es la doblez de un papel. Con el índice y el pulgar, lo pinza ligeramente. Lo acaricia y presiona con las yemas mientras sigue adelantando mentalmente su victoria. Porque hoy es el día y lo vas a saber, pequeño torturador de ojos rasgados. Hoy se te va a quitar esa sonrisita tan amable por la que resbalo derrotado cada día. Porque he revisado concienzudamente el infierno de pantallas hasta encontrarlo. Y lo he encontrado y hoy, por fin, tendrás que decir que no lo tienes. Con la mano en el bolsillo, la pinza sigue frotando el papel. ¿Me vas a poner esa maldita cara, verdad? ésa en la que no el que te mira no sabe si está mirando una medalla o un mono? Vástago de un dios enano, contrahecho y cruel, hoy se te acaba la suerte y aún no lo sabes.

Desde el asiento de enfrente, la asistenta sudamericana mueve ligeramente la cabeza para conseguir evitar una lista de luz que le ha empezado a cruzar la cara al salir del túnel y comenzar a avanzar el vagón a cielo abierto. Reflejada en los cristales polarizados de las gafas de S, aparece compacta, diminuta y doble. Parece que chupasen de ella desde dentro de cada uno de los cristales. Ella no da muestras de haber visto esa imagen. Sólo ha movido la cabeza, muy despacio, para evitar el sol. Tampoco da muestras de poder escuchar lo que dice para sus adentros S, con los ojos cada vez más llenos de determinación, atroces de victoria tras las gafas. Verás que cara se le queda al hijo del demonio cuando le enseñe. Entraré y recibiré su falso y amable saludo. Buenas, a ti también, alimaña lampiña. Sonreirá y yo también. Me seguirá con la vista, como hace siempre, mientras me adentro en ese lupanar de pasillos. Hará esto mientras no deja de hablar, en ese insoportable idioma suyo, lleno de fonemas estridentes, de metal, a un interlocutor con el que parece hablar eternamente, a través de la pantalla de un portátil abierto sobre el cristal del mostrador. Un interlocutor que le responderá en la misma execrable jerga y al que nunca has podido ver la cara. Todo dentro de la tienda es así, ¿verdad? S había comprobado, a través de sus visitas a la tienda, que una vez se atravesaba la puerta, un intricado sistema de espejos, artículos, cámaras y apariciones de aquel enjuto hijo del Siam, controlaba todas las perspectivas de la tienda. No sólo te veía, había concluido S, sino que te obligaba a ver, y a no ver. Porejemplo las fechas de caducidad y los precios. Por ejemplo los formatos universales para situaciones que no ibas a vivir nunca. Los artículos hipnóticos y horrendos, sirenas y gorgonas de plástico, metalizadas, o aquellos objetos en los que no para de caer agua falsa. Pero ante todo estaba toda esa vida privada de esclavo que salía desde la pantalla siempre abierta y encendida del ordenador, colocada de tal manera sobre el mostrador, que desde el lado del cliente nunca se podía distinguir nada, salvo lo que él sabía que era un cebo para dar lástima de esclavo. Como aquella pantalla, todo estaba falsamente a la vista.

Un destello del sol de invierno que entra por la ventana del tren, parpadea en uno de los cristales de las gafas de S, haciendo que la asistenta frunza el ceño, y arrugue ligeramente la nariz. Gesto que S no percibe, sigue desmadejando su plan definitivo. Me pasearé por los pasillos, dejando que la cámara de cada uno de ellos me grabe con la misma cara de tonto de todos los días. Hasta que, al final, no le quede otra que acercarse, a ver qué tripa se me ha roto. Si no es así, aunque lo dudo, lo que haré será acercarme con mi cara de tonto y preguntarle directamente “perdón amigo ¿es que no tienes de esto?” Hará memoria de todo el inventario en su cabeza, mientras dice “sí, un momento, amigo”, ganado tiempo. Porque, ¿a que vas a decir sí? ¿verdad? ¿A qué vas a decir que sí? ¿eh? ¿A qué malditos demonios le vas a decir sí, pequeño monstruo amarillo?

La aparición de rápidas columnas de sombra listando el interior del vagón, sumadas al aumento del traqueteo, que se concreta en tres pequeñas sacudidas y sonido de estar pasando por encima de piedras, indica que queda poco para que el tren pare. Mientras repasa letra a letra lo escrito en el papel que frota con los dedos dentro del bolsillo, S piensa en la victoria que la palabra que forman aquellas letras le dará, por fin, cuando llegue a la tienda.

El tren comienza a decelerar, y la grabación vuelve aparecer. Un hombre, alto, lánguido y gris se levanta, demostrando que no está familiarizado con el recorrido. S, sin moverse todavía, y sin saber por qué, comienza a seguir a aquel cuerpo, que le da la espalda. Cubierto por la rigidez de las gafas, observa cómo avanza hacia las puertas. El tren sólo tiene llenos los asientos, por lo que es fácil centrarse en aquel triste. Ve cómo se queda quieto delante de las puertas cerradas. Cómo espera unos segundos y, tras ligeros movimientos de cabeza con los que confirma que nadie se ha movido, salvo un negro enorme, para ocupar el asiento libre, comprende su error de cálculo. No intenta recuperar su sitio. Se queda de pie, mirando el cristal de la puerta de salida.

Esclavo miserable, sentencia S, mientras la imagen de abejas grises con ojos que no tienen nada dentro vuelve, a la vez que el dulce veneno de su victoria cuando llegue a la tienda. ¿Qué crees que intentará, con esa carita tan tersa, redondita y feliz? pues intentará decirme “no entiendo”. ¿No entiendes? No te preocupes, fibroso hijo del demonio, porque te lo traigo traducido. ¿Y ahora qué? como verás, he pensado en todo. Un hombre ciego puede tropezar, pero dime qué hace la piedra frente a un hombre que ve?

Vuelve a sonar la grabación que anuncia la llegada. Esta vez no miente, aunque S sigue sin levantarse. Es un experto en el trayecto y sabe que todavía puede apurar segundos mientras se relame. ¿Qué, vas a seguir sonriendo con esa superioridad que tienes escondida debajo del vasallo, pequeña cabecita del averno? ¿Sabes qué puedes hacer? Ves y pregunta al que tienes al otro lado de la pantalla. A ver si él te puede ayudar. Si quieres me lo pasas, porque me gustaría arrancarle la lengua para ver qué dice y si es tan importante o, como pienso, no hay realmente nadie y sólo lo haces para reírte de mi, todos los días que paso por la tienda y te pido. Reírte, sin dejar de sonreír, miserable. Esta última frase se pierde en el interior de S debido al ruido que genera el tren al decelerar en tres tandas, hasta llegar al andén de la estación. El ruido también está compuesto de todos esos cuerpos que se dirigen, apiñándose en silencio, hacia cada una de las puertas de salida. Puertas dobles, de tijera. Puertas mecánicas que se abren para dejar salir a los esclavos. La asistenta sudamericana está despierta desde la última grabación, aunque S no se ha dado cuenta. Le mira fijamente, con una expresión firme y aburrida desde unos ojos que no parecen tener fondo. Justo un segundo antes que S se levante para salir de allí, la mujer se incorpora, y poniendo la mano izquierda sobre la maleta que S lleva en el regazo, con la derecha le quita las gafas de la cara. S comprueba que la mano sobre sus piernas es terriblemente pesada. Es como una piedra que le hunde contra el plástico del asiento. De repente, S siente ese mismo peso en el corazón. Los racimos de esclavos terminan de salir por las puertas. S siente cómo la masa concentrada de ese peso cae atravesándole el corazón y siguiendo más abajo.

La mujer le mira fijamente, muy tranquila, mientras el tren, en el que sólo han quedado los dos, cierra las puertas. Separado de las gafas sin velocidad pero por sorpresa, S abre descomunalmente los ojos e intenta decir algo. A través de la megafonía, la voz mecanizada señala un destino, indescifrable. Las pantallas, una en cada rincón superior del vagón, siguen emitiendo un zumbido azul. Despierta Sísifo, has fracasado y ahora tienes que volver. Escucha. Pasó tanto tiempo que se nos olvidó lo tuyo. Nos pasó lo mismo con Prometeo y con aquel bastardo de Zeus, el que se volvió loco y mató a su mujer. Todavía dice que fuimos nosotros. Imbécil. Es lo que tiene esto, que en realidad no importa. Nos olvidamos de ti y tú te olvidaste de nosotros. Lo mismo que ha sucedido antes. Y entonces un día dejaste de subir la piedra porque no supiste qué hacías con ella. Nadie te respondió. No sé decirte desde cuándo te habíamos dejado de mirar. El tiempo es algo de lo que tienes que estar pendiente para que exista y la atención, a pesar de todo lo que se pueda decir, nunca ha sido nuestro fuerte. Y entonces echaste a correr, sin dejar de rodar la piedra hasta que llegaste al borde de la Estigia y, atándote algo al cuello que luego ataste a la piedra, la hiciste rodar hasta su interior, algunos suponen que buscando con ello la muerte. No me preguntes cómo y porqué te llevaste la piedra. Sólo sé que, al no poder morir, te sumergiste y caíste en un profundo sueño, hasta que el légamo te cubrió. A mi me da que te quisiste esconder en aquel sueño, sumido en la entraña de la Estigia. Aunque puede que fuese todo fortuito. Yo solo soy el recadero y tú, por lo que he visto, eres un imbécil. Esto es el sueño: todos los días vuelves de un infierno, dentro de otro infierno, para llegar a la pequeña tienda, que es otro infierno, donde cada día crees que podrás pedir algo que aquel demonio no tenga. Pero siempre lo tiene. ¿No es cierto? El chino siempre lo tiene. Aquí dentro estabas, sin moverte del fondo de la laguna, lo que me ha facilitado mucho las cosas. Ni siquiera he tenido que usar mis pies alados.

CABEZA 159 (NEVER ENDING BLA, 2013)

cabeza de ventríloculo: madre mía de mi vida, la fatiga que traigo! Sabes qué te digo? Hoy mejor que el timón lo lleves tú

cabeza de marioneta: ayayayay, yasstaaaamosssss.... eh? No te vale con meterme una mano por el culo hasta la nuca sino quesque encima me dices que hoy conduzca yo.... la vergüenza qué, rey moro, ¿te las dejao en el cabaaaallo?

cabeza de ventrílocuo: no te pongas así. Vamos a ver ¿cuántos años llevamos hablando de esto? Recuerda que si no fuese por mí, estarías hueco... Hue co, recuerdas? ¿qué te cuesta hacer los chistes hoy a ti?

cabeza de marioneta: sssssiempre estás ahí ¿verdad, precioso? bien pendiente con el dedito.....  hurgando con el dedit- to.... venga a chascar la piedra, que no se apague la Palmatoria ¿verdadzzzzzz? pero qué poquito que le cuesta al mesié venir con las Verdades-del-barquero cuando lo que pasa es que el señoriiít- to viene eeee pidiendo alllllll-go...Y

cabeza de ventrílocuo: pero si luego te encanta, condenao.... anda..... ¿sabes qué? Esta noche puedes cantar una de tus canciones si te ves fuerte cuando estemos en el escenario, delante de los idiotas

cabeza de marioneta: ¿cantar?

cabeza de ventrílocuo: sí... cantar... o no habíamos quedado en que era lo que más te gustaba del mundo?

cabeza de marioneta: oh, ssssssí... cantar es lo Único que me hace sentir viiiiiívo... pero...

cabeza de ventrílocuo: ¿pero qué?

cabeza de marioneta: ... tú ya ... ssss lllo sabes

cabeza de ventrílocuo: ¿ya sé qué?

cabeza de marioneta: lo que pasó la última vez que canté. Los idiotas se rieron de mí. Se rieron de mi voz y mi canción, que eran hermoósas y trissstes. Se rieron.... Ellos, mientras alzaban pancartas en las que ponía "el muñeco no sabe cantar"

cabeza de ventrílocuo: y a ti qué más te da  

cabeza de marioneta: ...

cabeza de ventrílocuo: ... bueno. Vamos. Hay que prepararse.

cabeza de marioneta: ... no me hagas cantar, por favor

cabeza de ventrílocuo: ....

cabeza de marioneta: ... por el amor de dios, nnno me hagas cantar

cabeza de ventrílocuo:.....

cabeza de marioneta:.... por favor

cabeza de ventrílocuo: ¿por favor? pero qué cojones porfavor? Que te quede bien claro: no existes. Tú NO EX IS TES. Sólo eres una paja de mi imaginación

cabeza de marioneta: ....

cabeza de ventrílocuo: la virgen, qué mal cuerpo tengo... ¿dónde estan los putos diazepanes? Me cago en todo: putas giras de mierda en cruceros de zombis, siempre acabo igual.... en fin ¿dónde habré dejado la mierda de las llaves del coche?

cabeza de marioneta
: .... no tienes corazón


cabeza de ventrílocuo: no te jode, y tú tampoco.

METACHISTE PARA USUARIOS VIDENTES DEL METRO DE MADRID (MÁQUINA 9, 2012)

Hermanos en el silencio de los gases desprendidos con mayor o menor disimulo, mezclados con colonias y ruiditos de Smartphone, hojas de presa gratuita, libros enormes “de bolsillo”, portátiles que reinician, tablets llenas de polvo o a saber tú qué, hojas deshuesadas de apuntes que siempre acaban cayendo al suelo, legañas y pinceles de ojos en el precipicio de la marcha inconstante del vagón articulado…. Hermanos en fin, que me rodeáis cada mañana en el interior de uno de nuestros grandes y necesarios y útiles y socialmente sostenibles gusanos mecánicos con que atravesamos la entraña de esta ciudad, ciudad, por otro parte, de la que todos nosotros, conciudadanos del subsuelo y el preferible silencio sin pantallas ni parejas – de, con o sin móvil – como digo, hermanos, en fin, que nosotros sabemos que un día todo se vendrá abajo en esta ciudad hueca, porque si bajamos más tramos de escaleras mecánicas puede ser que demos con el paraíso que dicen que hay en el centro hueco de la Tierra. A vosotros yo os digo esto, que no le puedo explicar a mi mujer ni a mi familia porque todos son conductores de esos que tienen el metro metido dentro de un recuerdo que suele parecerse bastante a esos caramelos asquerosos de café que me daban de niño los viejos. A vosotros, hermanos desconocidos de nombre y de historia, pero hermanos dentro del gusano, yo os digo que también me entretengo leyendo estas cosas:

PUBLICIDAD METRO DE MADRID:
“TU NUDO A UN METRO DE TI.”
“TU ODIO A UN METRO DE TI”