RELATO PLACENTARIO (CUENTOS CINEMATÓFAGOS, 2016)

A las 3:47 del viernes 25 de julio de 2014, el coso entró y lo recubrió todo, haciendo de mi cuerpo un molde que apenas dejaba unos milímetros de separación entre él y yo, espacio que se llenaba por algo que no he logrado nunca entender pero que es una especie de denso y frío líquido placentario/amniótico y que me deja fuera del contacto físico con las cosas. Desde ese día estoy pero no puedo ni siento en realidad nada como antes. Sólo tengo emociones estéticas. No sé lo que quiero que entiendas con eso, pero es lo que realmente pasa. El coso, tras un par de meses de acoplamiento y lucha por dominio, se pone entonces a vivir mi vida. Y la mejora. Mejora la vida afectiva y sexual de mi mujer y la de M, a la que sigo (sigue) visitando los días en que ir al gimnasio no es ir al gimnasio. Y más: ha conseguido, no ya mejorar mi trabajo: ha conseguido que ya no me dedique a nada más que a escribir y escuchar discos de Nacho Jaula en albornoz y gafas de sol . Cómo? Ahora soy (somos, es) rentista. Tres casas y dos naves comerciales heredadas tras las muertes de mis padres y mi hermano, 8 años menor que yo. Lo de mi mujer ha sido espectacular. Gracias a las mañas del coso, ella es ahora realmente una mujer plena y feliz. Conocer a M y nuestra disciplina fue la llave. Ahora M y yo lo grabamos todo para mi mujer, y ella ahora hay días que no va la escuela oficial de idiomas para certificarse en el B2 de inglés. Al menos, no a la que dice que va.

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