EL HOMBRE QUE HABÍA CONVENCIDO A TODO EL MUNDO (2013)



El hombre que había convencido a todo el mundo de que estaba destinado a grandes cosas había soplado con dolor cervical aquellas 35 velas encima de una tarta en la que estaba escrito su nombre junto a un logotipo del centro comercial donde la había comprado su madre. Dos tiras azules, de esas que llevan los jugadores de baloncesto, le sobresalían por la parte de piel de la nuca que dejaba el jersey que le había dejado su hermano y parecían conectarle con las orejas. Después de soplar y recibir los parabienes de las tres amantísimas momias que junto a él festejaban alrededor de la mesa, se retiró al cuarto de baño pequeño de la primera planta, y delante del espejo, se pulsó los 5 clips que tenía en la oreja izquierda. Eran unos botoncitos terminados en agujas que conectaban alguna parte de su cerebro con una piscina llena de mermelada de frutas del bosque. El paramédico zen al que le había llevado su primo, le había dicho que llevando esos botoncitos durante una semana y con otras dos o tres sesiones más, podría volver a entrenar para preparar las pruebas físicas de vigilante de seguridad que le había conseguido un amigo de su tío por parte de madre, y que sin duda él iba a aprobar, porque ya le tenían la plaza guardada y él siempre había sido muy bueno con los libros.

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