MOLDE PARA UNA ESPECIE (CUENTO FANTÁSTICO, 2014)

Todo es Ahora en Cubiculandia. No ventanas. No relojes. Paredes blancas y lisas que encierran una matrioska de otras de cristal que formulan los espacios, los usos y las jerarquías. El suelo, de moqueta gris. El techo, de paneles de pladur y blancamarilla luz artificial. Sillas giratorias tapizadas en verde con palancas que nadie sabe exactamente cómo o para qué. En la sala en que se encuentra este relato, las paredes son de cristal y están vacías, salvo una, ocupada por el vinilo de la serigrafía de un smiley sobre el capitel de una palabra en Calibri: empowerment. Varias sillas. En una está sentado un personaje. En una está sentado el otro. Entre ambos, una mesa de reuniones por cuyo cristal pasa el grismoqueta del suelo. Documentos en papel: dos copias de cada. Uno de los personajes, después de leer (detenidamente) la que el otro (reptándola por el cristal) le ha entregado, hace ver que terminó. Levanta la cabeza y mira de frente al otro. En los segundos que dura este detalle, no hay mirada, sólo ojos. El personaje baja la mano en que lleva el bolígrafo de gel azul y, con letras mayúsculas pero no demasiado grandes, escribe: no conforme.