CUENTO CINEMATÓFAGO - LA PRIMERA COMIDA DEL AÑO (TETRA NAVIDEÑA)



Me desperté bocarriaba encima de la cama. Sin encender ninguna luz, respiré profundamente y estiré mi joven y delgado cuerpo de adolescente. Sentí el pequeño y gratificante dolor al tensar los músculos después de una borrachera como aquella. Abrí los ojos para ir acostumbrándome a esos hermosos ojos verdes de la noche. Una enorme foto de cuerpo entero en blanco y negro de Pessoa ocupaba la parte que coincidía con el largo de la cama. El blanco de la foto parecía brillar tenuemente en la oscuridad, y estaba colocada de tal forma, que mi nueva cabeza coincida exactamente con la de aquel hombre hueco de gafitas redondas. Según los ojos se me acostumbraban a la oscuridad, la imagen se hacía cada vez más nítida. Cerré los ojos. Eras un personaje. Me sonreí recordando lo que habría pasado por esa cabecita para acabar poniendo eso ahí. Tenías que serlo, porque brillabas como una señal de alerta. Delicioso Ruidos provenientes de la planta baja me hablaron de la actividad que había en la casa. Una casa grande por donde correteaban al menos 10 o 12 personas, de edades que iban del nonato al nonagenario. Metí los restos y el revoltijo de ropa en una bolsa grande de deporte que, tanteando, encontré debajo de la cama. Bajé a desayunar, o a comer, o a lo que tocase. 


Saludé y todos me dieron los buenos días. Cada uno de una manera distinta, más o menos perceptible, más o menos aparatosa. Uno de los hombres adultos, poniendo sus labios muy cerca de mi oído al abrazarme, me pidió que le contara luego, con pelos y señales lo de la pelirroja de ayer. Yo sonreía mientras iba sintiendo una lenta oleada de calor mezclada con una agradable y pastosa sensación de hambre que se concentraba en mi boca. Un plato de consomé caliente y una caricia en la nuca. Un beso y platos cruzando por encima de la mesa, entre las manos. Una mujer muy mayor, con ojos negros y pequeños, me miraba y se sonreía, moviendo ligeramente la cabeza. Me recordaba a uno de aquellos mascarones del Coro, en las Tragedias de mi querido sosia ¿o eran Comedias? Cronos es más lento pero igual que la negra Ker. Todo lo acaba borrando, aunque antes lo morfa. Mientras metía la cuchara llena de consomé en mi boca y notaba como mi organismo recién estrenado agradecía aquel líquido espeso y caliente, tuve la certeza de que podría quedarme para siempre en ese cuerpo y no volver a conseguir otro huésped. Fue un hermoso pensamiento que enseguida se desintegró ante el recuerdo del plazo de tiempo del que disponía. Y de lo que debía hacer.